Las 6 y media de la mañana. Suena el despertador. De vuelta a la realidad, se reanuda la confusión. Suerte que es viernes, o quien sabe. A ver si hoy hay suerte y toca el euromillón por fin. Que a lo mejor no es la solución para una vida mejor. Pero con dinero, todo sabe más fácil. Incluso la felicidad no resulta ser tan cargante e ilusa...
Uno, a estas alturas de la semana, ya está cansado, harto, vacío, riendo entre las ruinas de la inteligencia... Un esclavo arrastrando unas invisibles y oxidadas cadenas por las calles, por el metro, por la oficina, y por el desguace de su desgastada alma.
Uno ya no se cree ciertas cosas. O no se cree nada, absolutamente nada. Teóricamente ya hace tiempo que su estructura psicológica y anatómica es adulta. Y eso quiere decir mucho. Y al mismo tiempo no quiere decir absolutamente nada.
Uno, como tantos, se pregunta qué hace aquí, aún. ¿Qué es todo esto?
Probablemente todo (y nada) sea un sueño dentro de un sueño, que a su vez pertenece a otro sueño soñado por cualquiera que se sueñe a sí mismo, como quien se desvanece ingeriendo alguna sustancia adulterada y divina.
Son las 16 horas, y unas manos escriben estas lineas con la esperanza de burlar, aunque sea por unos instantes, la fatalidad del propio destino. La bella inultidad del vivir y del morir.
Dani T. D. 17/3/2023
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