Día tras día se levanta de la cama a la misma hora, maldiciendo la enganchosa y cabrona realidad. Pasa al baño. Se ducha, mientras trata de recordar bajo el agua quien cojones era. A menudo la memoria es la gran embustera en la vida de uno, y a menudo la memoria sale por peteneras.
Luego Edgar, porqué el prota de esta historia se llama (y le llaman) Edgar, se afeita y en la cocina se toma el primer café del día y un par de galletas. Por último se pone la chaqueta y se despide de su mujer e hijos imaginarios.
Un metro, como si fuese un gusano gigante y de hierro, le acerca a su puesto de trabajo. Ya en su despacho empieza por ponerse al día. Su secretaría entra en su despacho y le informa que tareas hay pendientes. Edgar es un pez grande que trabaja en una gran multinacional en dónde se fabrica armamento para que países del tercer mundo (y del primero también, aunque más sofisticadamente) sigan matándose y así seguir engordando y patrocinado los bolsillos de los cuatro hijos de la gran puta que mantienen este sistema a su favor.
Pero hoy Edgar no tiene el día. Se le nota preocupado, triste. Nadie sabe lo que le pasa. Es que a lo mejor mantener una familia tan perfecta e imaginaria como la suya resulta a veces especialmente complicado.
Bueno, es como todo. Nada es ideal. Al fin y al cabo Edgar hace lo que pudo. Y ahora está felizmente casado y con un par de hijos. Aunque su familia sea totalmente imaginaria. Pero es un detalle.
La convivencia a veces es dura, aunque en el fondo se siente sumamente afortunado. Su mujer es pintora y se gana muy bien la vida, exponiendo por todo el mundo. Un día ya hablaremos más en calma de está pintora reconocida en todo el mudo. Es una pintora imaginaria, pero como toda persona imaginaria es sumamente extraordinaria y auténtica.
A Edgar lo que verdaderamente le llena, a parte de su familia imaginaria, es su trabajo. Dedicarse al mundo del armamento le produce gran satisfacción. Cada vez está más convencido que la paz mundial es posible gracias a la regulación y repartición del armamento a nivel mundial. Y no es imaginación suya.
(continuara...)
Bueno, es como todo. Nada es ideal. Al fin y al cabo Edgar hace lo que pudo. Y ahora está felizmente casado y con un par de hijos. Aunque su familia sea totalmente imaginaria. Pero es un detalle.
La convivencia a veces es dura, aunque en el fondo se siente sumamente afortunado. Su mujer es pintora y se gana muy bien la vida, exponiendo por todo el mundo. Un día ya hablaremos más en calma de está pintora reconocida en todo el mudo. Es una pintora imaginaria, pero como toda persona imaginaria es sumamente extraordinaria y auténtica.
A Edgar lo que verdaderamente le llena, a parte de su familia imaginaria, es su trabajo. Dedicarse al mundo del armamento le produce gran satisfacción. Cada vez está más convencido que la paz mundial es posible gracias a la regulación y repartición del armamento a nivel mundial. Y no es imaginación suya.
(continuara...)
Dani T.D. 23/1/2020
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