Este mundo lleno de casi nada, me hace caer una vez más en el sueño que duerme la voluntad más imaginada.
Me levanto un día más y no sé a donde huir, mientras la rutina de la oficina me calma con sus sutiles dosis de idiota seguridad.
El mundo se llena de latas vacías de sardina y cerveza, hipotecando así el deseo que bombea los corazones más desesperados.
Y al fin, al llegar la noche, me acuesto contigo a diez millas de distancia. Sumergiéndome al deseo y al sueño, como si bajase al metro para salir de una vez de esta tan vital confusión.
Dani T. D. 29/11/2020
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