Las palabras se cansan, se cansan de construir frases y textos que obtengan algo de reflexión en esta época, que como tantas pretéritas épocas, se disipan en las tan volubles voluntudes más anónimas para hayar un dialogar más efectivo, directo y humano..
Las palabras se cansan. Y yacen moribundas en los calabozos del Olbido. Esparando que la Muerte al fin aparezca, cuando esta tenga un momento entre tanto conflicto bélico en nombre del banco mundial.
Las palabras van al bar más próximo. Allí buscan sedientas algun tipo de dialéctica. También aprovechan y beben. Beben y beben y vuelven a beber y acaban por enésima borrachas. Tiradas en la barra, en el suelo, en el purgatorio de las dudas más categóricas. Sustancialmente borrachas, hasta perder el conocimiento y el autobús para que les conduzca a casa a descansar y paliar la resca.
El conocimiento, una palabra muy interesante y altamente seductora. El conocimiento que, con sus ágiles pasos, recorre las avenidas del universo. El universo que es diverso en espejos de diversos tamaños y formas. Los espejos van orientandos a la sabiduría en su camino hacía el zenit del horizonte más luminoso. La meta de todos y de nadie. Pues todos somos nadie. Y nadie somos todos.
Las palabras también están en el congreso de los disputados. En ese sitio se dejan pisar de mala manera. Ejercen de esclavas. Esclavas disputadas por diálogos absolutamente vacíos carentes de todo contexto. Y al fin desafinan en voces hacia un panorama político sintexto ni pretexto. Y las palabras ya se van buscando otros mundos en dónde habitar.
Y un mundo sin palabras es peor que un cementerio.
Dani T.D, 2/10/2019
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