sábado, 13 de septiembre de 2014

HISTORIA DE UN CODAZO (borrador 1)

Sí, ¿hola?, ¿sí? [Aplausos] Ejem, ejem… ¿Se oye, no? [Voces que dicen sí, sí, ¡maestro, maestro...! ¡Te escuchamos, maestro!] Ejem, ejem… Bueno, buenas tardes. Estimados conciudadanos que habéis acudido a mi llamada, lo que tengo que deciros es muy importante para mí. Muy importante. Os ruego mucha atención [¡Viva! ¡Viva!]. Por favor… Es importante [Silencio].

No soy el hombre que creéis que soy. [Caras de incredulidad] No soy el hombre que os salvó del desastre nuclear [¿Pero qué está diciendo?]. Bueno, sí que os salvé, pero el precio que tuve que pagar por ello fue demasiado elevado [Caras de confusión]. He dejado de ser un hombre [Pobrecito… Está mayor… Yo creo que chochea. ¿Habrá perdido la cabeza?].

Sé que es difícil de entender, pero os pido un poco de paciencia. Si en algo me apreciáis [¡maestro!], si en algo me apreciáis, estoy seguro de que me concederéis un poco de vuestro tiempo. Es una historia muy larga y a la vez muy corta, y yo necesito contárosla para volver a ser un hombre [Caras de expectación].

Todo comenzó cuando yo era un muchacho. Creo que tenía catorce o quince años cuando la conocí. [¿De quién habla? ¿Se refiere a su mujer?] Me refiero a Josephine, la mujer de mi vida. Ella murió, ejem, ella murió en la catástrofe nuclear, ejem… Bueno, ya llegaremos a esa parte.

La conocí un día de primavera. Lo recuerdo porque llevaba una flor en el pelo, una flor que había cogido en un parque. Le encantaba la naturaleza y le encantaba la belleza. Podía quedarse horas contemplando una nube sin decir nada, absolutamente nada. Como mucho, abría la boca y te decía: “¿No es bonito?”. Nunca se expresó muy bien, pero pronto me di cuenta de que estaba ante una mujer especial. Sólo había que mirarla a los ojos para saberlo. Y yo lo supe en cuanto la conocí. [¿De qué habla? ¿Adónde quiere ir a parar? ¿A qué viene esto?]

Empezamos a salir enseguida. No sé qué vio en mí, la verdad, pero empezar a salir con ella fue como volver a nacer. La vida, que antes me parecía gris, mate y material, empezó a cobrar brillo, altura y textura. A su lado, la vida emergía con la facilidad de un pastel con levadura. A su lado, mi corazón se expandía con la facilidad con la que se abren los abanicos en verano. [Pobrecito… Ya llevaba un tiempo raro… Qué mala es la nostalgia…]

Josephine era la mujer de mi vida, sí. Lo sabía entonces y lo he sabido todos estos años que he pasado sin ella. Ejem… Como sabéis, queridos conciudadanos, la perdí el día de la fuga radioactiva… La perdí el día que todos recordáis como el día que os salvé, al conseguir sellar las compuertas de aislamiento… La perdí el día en que… La perdí y me perdí… [¡Ohhhh! ¡Que se cae! ¡Que alguien le sujete!]

No es nada, no es nada… Sí, quiero seguir, necesito seguir… Ejem… Hasta ahora, he permanecido en silencio, no sé muy bien por qué. No ha sido por vuestro reconocimiento ni vuestros regalos, aunque los haya agradecido mucho. No podía contaros la verdad. No me lo reprochéis. No os la podía contar porque ni siquiera podía contármela a mí mismo. No podía. Necesitaba mirarme con benevolencia para poder sobrevivir. Porque yo quería vivir. [¡Sí! ¡Viva, maestro!] No, no me entendéis. Yo quería vivir como fuese. No sé qué me ocurrió. Yo la amaba, yo la amé, yo la amo todavía… Me gustaría echarle la culpa al instinto, pero no puedo, no puedo, ¡no puedo! [Ay, que se cae otra vez… ¡Madre de Dios!]

No puedo olvidarlo… Las imágenes se suceden en mi interior, una y otra vez, una y otra vez, cada día, cada mañana, cada noche… Ella y yo, sentados, no muy lejos de aquí, en la hierba… Ella mirando las flores, yo mirándola a ella… Y, de repente, escucho la sirena, la alarma, la tragedia que nos aguarda y que todos conocéis tan bien… [Silencio absoluto] Me levanto, grito, comenzamos a correr hacia el refugio… Decenas de personas van también hacia él. El cielo se vuelve naranja mientras nuestras mejillas se enrojecen por la tensión, por el esfuerzo… Ella era mejor corredora que yo, ella era más rápida… Pero no llegamos a tiempo… Las compuertas empiezan a cerrarse… Los dos no cabemos… No sé lo que estoy haciendo, no lo pienso… Le doy un codazo y caigo dentro… [Ohhhhhhh…]

Ella se queda fuera y mi alma se muere con ella. 



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