Empezó a decir mentiras justo cuando empezaba a hablar. Sus padres estaban tan orgullosos de su hijo, que no podían ser más felices: Qué bien miente mi niño!!!
Entre mentira y mentira pasó el tiempo. El niño se hizo adulto y sin dejar de no decir la verdad, estudió ciencia políticas (¿o era ciencias de la desinformación?). El caso es que aquel adulto (que en el fondo todo adulto es la decandencia que sufre el niño, y sé de lo que hablo) llegó a ser presidente del gobierno de su país prometiendo al pueblo libertad, justicia, igualdad, trabajo y viviendo para todos.
Aquel presidente acumuló tanto poder en tan sólo una década, que se creyó sus propias mentiras, como la voz del pueblo. Bueno, lo que se cree reconocer como la voz del pueblo, que esa puede llegar a ser otra mentira, y no precisamente de las pequeñas.
Dani T. D. 26/6/2021
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