corazón. Otra vez en el paraíso, pensé. Y las horas congelaron los relojes en una eternidad fugaz. Nuestras bocas se recorrían a besos y a mordiscos, como si nos comiésemos el mundo entero. Nuestras manos inventaban de nuevo el amor como un juego de sombras y espejos cóncavos que trastocaban las leyes más idiotas de esta tan idiota civilización. Recorrimos el universo, el cielo y el infierno más húmedo, volviendo a empezar, una y otra vez burlando absolutamente todo, empezando por nuestras miserables vidas de futuros muertos.
Horas más tarde, ya era mañana: otro hoy hermoso y cobarde. Sentados y vestidos con un café en las manos volvimos a sentir la mentira de todo y de nada por nuestras venas. Por un momento me miraste, diciéndome con tus ojos que el amor también es silencio. Silencio lleno de deseo. Deseo que, el fin y al cabo, es nada. Nada cósmica, nada divina.
Dani T.D.10/6/2021
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