se alargan en la oficina
de ceniza comprimida,
mientras pongo
el piloto automático
y mi mente me viaja
a diez mil años luz,
al otro lado
de la realidad cósmica.
Donde los sueños
se deleitan al paso
del deseo más inmediato
y evidente.
Porque todo y nada
no deja de ser un sueño.
Un sueño que se despierta
y que se duerme
al mismo tiempo;
desde cada latido
que danza la sangre,
entre todo y nada,
la vida y la muerte,
la alegría y el tedio,
entre el miedo y el entusiasmo,
la vergüenza y la desfachatez,
entre tu y yo,
entre Fellini y Berlanga,
Bob Dylan y George Brassens,
Sisa y Solfa,
Joaquín y Sabina.
Dani T. D. 21/6/2021
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