jueves, 15 de octubre de 2020

LEÓN ADORMECIDO

           Una vez más la tarde se me presentaba como un león adormecido, descansando después de haberse llenado la panza. Yo era aquel león, pero en vez de una sabana estaba en una oficina. Una vez más quería escapar de ahí, fuese como fuese.

  De hecho me escapaba constantemente. Todo el mundo se escapa, y principalmente se escapa de si mismo..

  Claro, que uno ha de ser práctico. Al fin y al cabo, la tarea de la oficina me proporcionaba un trabajo, y como resultado un beneficio económico. Aunque vaya beneficio económico.... pues a la mínima de cambio los dineros se me iban en tonterías, y no tan tonterías. Que si el alquiler, la comida, los discos, los libros, los amores, las cervezas, los impuestos, los folios, la ropa.... 

    A menudo la oficina se me presenta como un barco a la deriva, en busca de tesoros escondidos en extraviadas islas desiertas.  O, ahora que lo pienso, quizás, yo mismo soy una isla desierta. 

 En la oficina uno pasa muchas horas, demasiadas horas. Y esas horas se malgastan en ocupaciones absurdas y rutinarias. Hay cosas peores, siempre hay cosas peores.

  Esta oficina también no deja de res un escenario. Un escenario en dónde transitan y conviven toda clase de máscaras. Máscaras que representan una vida. ¿Y con que finalidad? Vaya uno a saber. Pues quizás nada tiene una concreta finalidad. O si. Supongo que si uno quisiera podría encontrar una finalidad, y conformarse con ella. O por el contrario rebelarse y exigir algo más tangible y comprensible. Sin lugar a dudas, ese tipo de tareas, suelen ser muy arduas.

O al menos lo suelen parecer.

   Lo fundamental es saber estar a la altura en cualquier circunstancia. Y eso resulta casi imposible. Pues uno tampoco esta nunca al cien por cien. Y si lo esta, eso es ya otra narración. O no.


Dani T.D. 18/9/2020

   

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