miércoles, 9 de mayo de 2012

TESTIMONIO DE UN DESLMADO

  Después de tres decadas dedicándose por completo a la teología, bien como profesor o investigador, Ivan Fernandez Incredulo se le estropeó el alma. Si, así como lo lees hipotético lector. Claro, tanto usar el alma en la especulación más didactica (que no necesariamente adoctrinativa) la cosa se acaba fastidiando. Lo primero que le pasó por la cabeza al bueno de Ivan, fué echar mano de las páginas amarillas por si hallaba alguna solución. No fué fácil, pues el alma és my delicada. Pasaron algo así como dos días, hasta que encontró un taller especialista en la repación de las almas. Y el precio era un poco caro, pero Ivan tenia dinero. Mucho dinero, claro al no tener hijos no tenía que pagar colegios.
  Al día siguiente Ivan dejó su alma al mentado taller. Allí un mecánico especialista le echó un vistazo.
-Ostras las luces del transmisor estan fundidas y, lo que es el radiador esta muerto. Además esta alma pide a gritos una revisión de arriba a bajo. Dejemela quinze días y la dejaré como nueva.
Así lo hizo Ivan y dejó su alma en aquel taller que parecía ser muy serio.
  Aquél teologo se fué para casa. Cuando llevaba tan solo unos veinte minutos sin alma, se dió cuenta que aquello podría ser perfectamente una oportudad para vivir la teología, y ya de paso la vida, desde otro punto de vista. Para bien o para mal, se sentía algo más que ligero que antes. Antes de regresar a su casa pasó por un bar y entre pecho y espalda se atizó un whisqui con hielo. Fué insolito aquello, pues Ivan no tenia aquellos hábito. Esta anécdota no quiere decir nada o si. Quizás apunte la transformació que estaba bien a punto de padecer el teólogo Ivan Fernandez Incrédulo.
  Ya en casa Ivan volvió a sus quehaceres. Ahora estaba sumergido en un libro sobre la existencia de Dios. Ivan creía en en Díos (hay quien cree en tres o en cincuenta y seis), pero también estaba convecido que no vastaba en creer. Hacia falta trabajar tales conviciones para poder demostrar, de una vez por todas que Dios existía realmente. Pero no era tan fácil, ya que el bueno de Ivan escapaba también de cualquier dogmatismo. Religiosamente seguía en cierta manera el cristianismo, pero a menudo discrepaba y, se tambaleaba en unas convicionas nada convencionales que le hacíaa dudar de muchas cosas, pero no de la existencia de Dios. Porque Dios extia, de esto Ivan estaba del todo convencido.
  En medio de sus estudios y sin alma, Ivan le entraron de repente unas extrañas ganas en el bajo vientre, y en el resto del cuerpo. Normalmente cuando esto le pasaba se tomaba una tila o se sentaba ante la tele a contemplar programas basura, que retroceden las ganas de cometer cualquier tipo de locura. Pero ese día Ivan optó por descolgar el telefono i llamar al burdel del barrio para que una mujer fuera a su casa a echar un buen polvo.
Ivan no era virgen, pero como si lo fuera. Una vida dedicada en cierta manera a Diós, puede traer consecuencias si se vive exclusivamente volcada a la divinidad.. Esto parece una tontería, porque no todo teólogo ante tales circunstancias reaciona de la misma manera, pero por ahí van los tiro.
   Pasó media hora, llamaron a la puerta. Ivan abrió algo nervioso. Tras la puerta Ivan se encontró con un rostro atractivo de mujer. Era una mujer muy joven, ya adulta, claro. Ivan hizo pasar a la chica, se presentaron, besándose en las mejillas. La chica se llamaba Dolores. Y Dolores se deshizo del abrigo. Abrigo que Ivan muy amablemente cogió para colgarlo en el colgador que había justo en la entrada. Sin perder tiempo Ivan le indico el camino del dormitorio.
-Por aquí porfavor.
   En el cuarto Dolores se empezó a desnudar. Poco a poco mostraba su cuerpo joven. Por su parte Ivan hizo la mismo. Cuando Dolores se quedó en bragas y sugetador dijo que iba al labavo. El teologo le dijo que se encontraba en la derecha del pasillo. La mujer desapareció por la puerta. Ivan espero.
   Instantes después ya estaban los dos desnudos sobre la cama haciendo el amor lentamente. Dos desconocidos sumergidos en una tarde que ya desaparecía convirténdose lentamente en noche. Ivan estaba gozando. Se estaba dándo cuenta que aquel ritual sexual era una puerta también para llegar a Diós. Recorrer aquel cuerpo femenino con su manos, su boca, su lengua... sus ojos. Dolores era una chica absolutamente desconocida por el teologo. Nunca la había visto. Ni en el burdel, ni por el barrio. La chica estaba haciendo su trabajo, aunque a medida que se acercaba al éxtasis se olvidaba de que estaba trabajasndo, prostituyendose, vendiéndose. De algún modo u otro todos nos prostituimos a lo largo de nuestra existencia. 
   Después de sesenta minutos, Dolores se levantó de la cama, se vistió y dijo Ivan que se iba. Que ya se verían en otra ocasión. Que estaba invitado, pues se lo había pasado genial.
-No se como te lo haces, ¡pero eres un amante genial!
  La chica se largó tras besar al teólogo y pegar un portazo con elegancia. Ivan  se quedó un rato en la cama. Él también se lo había pasado francamente muy bien, pero que muy bien. Pero no tenía alma y en el fondo no sentía nada. Ni plenitud, ni vacío. Quizás volvería a llamar a Dolores, o quizás no. Lo que sabía es que pasaría, al menos quince días sin alma. Y lo más curioso, es que se sentía extrañamente mejor que nunca. Quizás no pasaría por el taller a recuperar su alma. Quizás viviría a partir de entonces como un vividor desalmado y sin ningún tipo de perjuicios. Pues corrían tiempos sordos y ciegos que invitaba a la indiferencia más post-moderna.

Dani T. mayo, 2012

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