Un jueves de primavera de un año indeterminado, Ru iba camino de la comisaria para renovarse el documento de identidad. Cuando inesperadamente naufragó en un mar de dudas en plena Avenida Diagonal. Aquél mar era revuelto, y cada ola llevaba consigo un interrogante que se levantaba ante Ru: ¿Sabes en verdad quien eres? ¿A dónde vas? ¿De dónde vienes? ¿De que tienes miedo? ¿De que te escondes, de ti mismo?
En aquella inesperada situación, Ru no supo que hacer. La primera reacción fue de pánico. Aunque los minutos posteriores trató de serenarse ante aquel inesperado espeso charco escéptico. Curiosamente aquella masa de agua no consiguió mojar las ropas de Ru, aunque empapó su razón más inmediata.
A continuación Ru empezó a nadar hacia la comisaria sorteando así las dudas en forma de ola que se alzaban sobre de él. Al fin, después de un rato prolongado en el espacio, consiguió llegar a buen puerto.
En el primer mostrador de la comisaria se encontró con una joven policía que le indicó, desde detrás de un mostrador, que tenia qué hacer. Entonces Ru tomó un número que tomó de una maquita colgada en un rincón de la pared. Y luego se sentó en un banco a esperar su turno, mientras con la mirada apuntó a una pantalla roja en dónde iban indicando los turnos a las diferentes demandas allí presentes.
Quinzé minutos después, Ru ya estaba sentado en una mesa pendiente de las instrucciones que le indicaba un administrativo que tenia un ojo tapado.
El tuerto era un hombre joven que introdujo los datos de Ru a un ordenador. En un momento dado tomó un dedo de Ru, y lo puso en un aparatito que tenia forma de pantallita. Luego pasaron unos segundos. Al fin ya estaba. Entonces el tuerto habló a Ru con una clara voz como la de un actor de doblaje.
-Que sepas que por ahora te hemos cambiado la identidad, por un problema con la administración, Pero no te preocupes, el nuevo documento que ahora te voy a entregar se cambiará ya por sólo cundo el problema se resuelva
-¿Y si no se resuelve? -preguntó algo preocupado Ru
-No, te preocupes, se resolverá. Y si no, la nueva identidad tiene mucha fe, agnóstica, pero tiene fe. A provecha, y emprende un nuevo rumbo a tu vida
-¿A mi edad? -preguntó algo aturdido y ansioso Ru
-Ya ves sólo tienes 51 años. A demás la edad no quiere decir absolutamente nada. La edad tan sólo es un dato impertinente. Aprende a olvídarte de todo. No te preocupes tanto. Al fin y al cabo uno es azar y un endeble deseo. Y, en el fondo, nada importa nada. Además ¿quién te dice que al fin descubras tu lugar en el mundo? Si hay lugar para nadie, claro.
Al fin, con su nueva identidad en la mano, Iván se fue a su lugar de trabajo. antes, le dio las gracias a aquél tuerto tan simpático, y de pasó tan pedagógico. A lo que aquél administrativo medio ocular, le dio la mano a Iván mientras le dijo:
-Y recuerda, aprende a preocuparte por nada, o casi nada. La vida y de paso el mundo es un misterio. Y en verdad, te repito que, nada de nada importa.
Media hora más tarde, Iván empezó a teclear, desde su mesa de náufrago vital, un libro que cambiaria el curso de las cosas en el transcurrir de los días venideros. Aunque en el fondo aquello no importase absolutamente nada.
A partir de aquél día Iván fue serenamente dichoso, en su condición de náufrago transitorio y accidental..
Dani T. D. 10/3/2020
Me gusta “forma de pamtallita” en mis 25 el pentium era un objeto casi magico por el aspecto de su pantalla. El que me lo cedio no paraba de indicarme y repetir que lo importante del pentium era la torre.
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