Nada que expresa la esencia de la luz más precisa, y espontanea que lleva dentro.
Al fin y al cabo uno es finito, y no hay que conquistar ninguna meta ni llegar a ningún sitió para conseguir algún extraordinario premio.
Uno adjudican un ego para protegerse y esconderse en él. Pero ese YO es una máscara.
Una máscara hecha con creencias y con ideas preconcebidas que nos oprimen a menudo.
Nos anulan, de alguna manera.
Pero en el fondo esa ideas y creencias no significan nada, sólo son trampas para no crecer en plena libertad y confianza en la luz que nos abre paso desde el interior.
En el fondo nada importa.
Uno nace y se encuentra en este mundo hecho de espejismos, palabras vacías y voces extrañas que suenan como familiares y amigas, pero que en un momento dado, se pueden convertir en campos de minas.
Y no hay prisa, aunque los idiotas relojes y calendarios se empeñen en gritar todo lo contrario. Aunque las leyes y las caras más grises traten manipular nuestros juegos más vitales.
Uno se pone a vivir de imprevisto, desde cualquier rincón de este fugaz universo. Y se va transformando a medida que su corazón le cabalga por los caminos que va eligiendo.
Y tal vez la vida sea al fin un sueño.
Un sueño que despertará en otro sueño y así hasta el infinito. Retornando siempre a la más misteriosa y divina nada.
Dani T. D. 21/3/2021
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