Otra vez la Confusión andaba suelta por las calles. Con su desfachatez tan descarnada (y/o descarada), con sus ojos cruzados y con sus juegos de palabras que absolutamente nadie entendía (ni tan sólo ella misma).
Lo supe después de haber abandonado la cama. ¡Maldita sea¡ si lo llegó a saber... Con lo bien que estaba durmiendo al lado de Sofia, mi amor. Mi tabla de salvación, y de paso, mi particular tabla periódica. ¿Mi dulce excusa?
Total, que acto seguido me duché y me tragué un café. Después me fui, tras una mascarilla cosida en toda mi jeta, a combatir la confusión más inmediata y cotidiana.
Nadie era al cien por cien consciente de la confusión, hasta que quizás fue demasiado tarde ya para remediarlo. O quizás una magnifica oportunidad para al fin afrontar y, ya de paso, convivir con la confusión.
La confusión siempre, de algún modo, nos acompaña allá a donde vamos. La confusión adopta muchas formas. Formas de realidad inmediata, porvenires plenamente atractivos que dinamitan la inevitable permanencia de un presente indiscutiblemente fugaz. La confusión en el deseo más evidente, el que va hilando cada instante de nuestra vida tan ficticiamente mortal, tan endeblemente atómica.
Ahora, la Confusión había adoptado la indomable forma de una epidemia parecía ser profundamente feroz. Entonces parecía que despertáramos de un sueño, pero no es así, ni mucho menos.
La confusión seguirá dando formas a nuestras existencias. Pues no hay otra. El caso es que nadie sabe nada.
Ni nuca nadie sabrá nada.
Ahora perdonadme, me voy con mi confusión a tomarme un jarabe con dos de hielo y con mascarilla (que no falte).
Ala, hasta la próXima confusión, pues...
Ala, hasta la próXima confusión, pues...
Dani T. D. 14/7/2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario