Cuando al fin tuve escriitas unas diecinuenue canciones, me encerré al estudio a grabarlas en una maqueta junto a mi grupo habitual. Era la segunda vez que lo hacia en mi vida, y la verdad no sabia porqué excéntrica razón. Porque ya nadie compraba discos. Lo hacia por mi, para seguir escribiendo canciones. A través de cada canción me dejaba la vida, bueno no era exactamente así. Porqué digamos que siempre me ha gustado hacer canciones, contarlas y cantarlas, sobretodo cantarlas a mis amigos que, por cierto, sólo tengo unos seis amigos, incluyendo a mi mujer, Rosalía.
De hecho fue Rosalia la que me animó a cantar y abandonar la oficina tras diciocho años. Entonces ya tenia quarenta tacos. Cierta es, que ya no era tan joven. Mejor, a veces o a menudo (ahora no sabría decir) la joventud está especialmente sobrevalorada. El caso es que me lancé, así, sin más. Y una noche de mayo, era un jueves, debuté en un mar de mala muerte en el barrio de Gracia. Recuerdo que estaba muy nervioso, pero cuabata bien cargado relajó mis espectativas más catariles. Había unas veinte personas como público. Recuerdo que en aquella ocasión canté tres canciones: dos mías i una versión de Tom Waits (de aquella manera), mi cantante favorito. Después de la actuación me sentí extrañamente aliberado. Recibí aplausos y felicitaciones, pero sin pasarse. Entonces pensé que ya había cumplido, que ya podía volver a mi oficina de siempre y presumir (un poco, no mucho) con mis compañeros de siempre, pero ya no me importaba, porque me sentía pleno.
Pero me equivocaba, pues de echo empezó mi carrera como cantante y compositor. Sin aspirar a llenar grandes estadios, ni colar mis canciones en anucios publicitarios de TV, logré vivir de ello. Cantando de Primaver a otoño, y componiendo según los dictados de las musas, y al ser posible frente al mar.
Con esta segunda grabación disquera, pretendía seguir indagando en nuevos sonidos entre el blues, el rock y la rumba más desrumbada. Ignoraba completament cual sería mi futuro. Mejor así, el futuro ya llegaría. O no llegaría.
De hecho el futuro nunca llega.
Y a pesar de todos los esfuerzos nunca lagraremos finalizar nuestra vida, siempre morimos antes de nuestras previsiones Nos fundimos con nuestra propia ausencia antes de que tal cosa suceda. Por eso cuando entré en la edad madura, empecé hacer mis locuras de jventud. Porqué hay que vivir ¿No creeís?
Dani Torralba 19/11/2015
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