te empiezo a echar de menos.
Recuerdo cómo te tiraba del pelo
cuando, con tus robustos brazos,
me aupabas del suelo.
Recuerdo cuando te acompañaba al huerto
y me explicabas, con paciencia y acierto,
qué era esta planta, esa flor, aquel seto.
Abuelo, no entiendo por qué vivimos tan lejos.
No sé si fueron los kilómetros que separaban la ciudad del pueblo
o mis hormonas de adolescente autosuficiente y altanero.
Tampoco entiendo cómo pasó tanto tiempo
sin que me diera cuenta de que éste no es eterno
y que tú te ibas haciendo viejo.
¡¡Pero es que siempre lo fuiste, abuelo!!
Abuelo, hoy que te has ido
te empiezo a echar de menos.
No hay nadie a quien abrazar,
nadie a quien preguntar,
nadie a quien ignorar.
Abuelo, hoy que ya no estás,
hoy te digo: “Te quiero”.
"El anciano del poyo", pintado por Eduardo García Alcalde
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