de la diaria mediocridad,
en la mediocridad diaria;
al levantarse del ataúd
para reanudar la rutina
de vampiro adiestrado.
Montarse en el tranvía
hasta la estación
en donde espera la oficina,
y trabajar mientras el destino
se desdibuja
sobre azar más eléctrico,
cuando confusión y realidad
se disuelven como la sacarina en el café,
por enésima vez,
desde cada latido.
Asomado al abismo,
al abismo que late
desde dentro,
como un lobo que aúlla
en medio de la noche
buscando... quien sabe,
quizás otro abismo o un Gelocatil...
Asomado al abismo
mientras pienso:
¿A quién diablos votar?
Todos me parecen tan, tan, tan....
Dani T. D. 22/5/2023
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