me perdí por los bulevares
de las caducadas promesas,
y en un cuartucho de hotel
diseñé un plan de huida
hacia ninguna parte.
Más tarde que temprano
aprendí a desaprender
el oficio del desvivir
a un palmo de las cloacas,
y así fugarme
con los sueños que robe
a una luna llena
cuando unos besos de color pasión
me llenaban la boca.
Y los relojes idiotas
continuaron marcando
el tiempo hasta el día de hoy,
mientras me reinvento
cada dos días
de cinco a doce,
huyendo de la huida
de esta vida tan mortal
como verdaderamente ficticia.
Dani T. D. 29/10/2020
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