Fugaces colores del amanecer
entre promesas traspapeladas
y besos caducados que sabían
a fresa y a limón.
Las manos del deseo se cansan
repentinamente de tanto agitar
corazones y huesos que,
recorren las calles y las avenidas
de las urgencias más
o menos afectivas.
Los destinos más anónimos,
al anochecer, se disuelven
en un vaso de aguarrás
al son de un rock ácido,
evocando un Lou Reed
envuelto en lágrimas realquiladas.
Mientras no dejo de desearte
incluso a estas horas
desde esta maldita oficina,
donde el infierno se mezcla con el cielo
y la tristeza se confunde
con una latente vitalidad
por enésima vez.
Dani T. D. 6/10/2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario