y naufragar
en las aceras
con estilo mariposa.
Sin ganas
de casi nada,
pero con entusiasmo
y un clavel en la solapa.
Reinventarse la vida
con una cerveza
entre las manos
mientras sopla
una brisa suave.
Aprender a leer
en los ojos
de la sorda multitud
y hacerse tabernero.
Vender el alma
en el mercadillo dominical,
y dejarse querer
por cualquiera
de diez a siete
cada tres semanas.
Y al día siguiente
ingresar en una academia
en donde enseñen
a no dejar jamás
de soñar bien despierto.
Y sentir que
se está vivo
antes de que venga
esa dama oscura
y cachonda,
la de guadaña.
Dani T. D.18/9/2021
Eurípides, Melanipa La Sabia: ¿Dios, quièn es, si sólo le conozco por el nombre?
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