pasarse el día leyendo a Lorca, a Antonio Muñoz Molina,
a César Vallejo...a la savia cachonda de Szymborska… o al despeinado de Cioran…
Escuchar a Mozart, a Miles Davis, a Sabina, a Jobin, a Tom Waits, a Chavela...
Volver a la cama,
escribir sensaciones, versos, sueños, cartas a nadie.
Beber cerveza fresquita o un Martini...
Viajar lejos sin apenas salir de la habitación,
lanzar mensajes al ciberespacio,
mensajes sinceros sin complejos.
Abortar las prisas,
Todas.
Aprender a vivir sin rumbo, sin tener nada claro.
Aprender a desaprender todo lo aprendido
hasta la fecha...
Mearse de risa de nada y nadie en concreto.
Mearse también en las banderas, en las fronteras, en todos los nacionalismos, en todos los ismos
que solo aportan violencia, sangre y nada bueno a esta bella e inútil existencia
Besar los labios suaves y de fuego de amantes que se tienen tan cerca, o tan lejos (la distancia es tan relativa).
Navegar por los siete mares en un barquito de papel,
conocer los misterios de tierras lejanas.
Y al fin aspirar solo a la mediocridad.
Sacar la lengua al espejo, a la tristeza, a la superación personal...
y a la siempre tramposa y puta autoestima...
Ya no tener que demostrar nada a nadie,
ni tan siquiera a uno mismo.
Dejarse llevar un poco por el azar,
salirse del rebaño.
Notar el viento en la cara,
soñar bien despierto.
discrepar, cambiar de opinión.
Perderse sin miedo en el desierto de la vida,
matarse con un cuchillo de juguete,
ser otro, ser otra, ser nadie.
Morir para nacer, y nacer para morir sin prisa, sin miedo,
sin complejos y feliz.
Sí, plenamente feliz como nadie,
fracasando con gracia y sin parar de reír
de nadie, de nada
ni un sólo instante
hasta el último latido.
Dani T. D.26/9/2021