Y no le faltaba razón, al menos así lo creo yo. Y es que todo comporta un riesgo. De entrada levantarse ya es un desafío contra la Ley de Gravedad. Claro, que una vez levantado ¿qué se hace? Si uno lo pensase con sensatez se volvería inmediatamente a la cama para no levantarse jamás. Pero una mala inconsciencia adquirida prácticamente desde la niñez le hace ducharse, vestirse, volver a ser él, ir al trabajo, saludar al vecino forzando una sonrisa, consultar al móbil, ir al almacén, trabajar para ganarse el pan, cagarse en Dios (o en tres) porque hay un atasco y vas llegar a tarde, hacerse en tatuaje en el cerebro, beber café, reprimir el ladrido cuando pasa esa chica por tu mesa de trabajo, pagar impuestos, consultar a Google, trabajar otro rato más, ir al Caprabo, tomar una cerveza de más en el bar de los chinos, pensar a qué capullo menos malo votar en las próximas elecciones, meditar, leer a Cabrera Infante (¿quién es ese?), comprar unos pantalones, ponerse la mascarilla, escribir una media docena de wuassaps, mear, volver a casa, hacer la cena, bañar a los niños, discutir con el marido, pensar medio segundo en lanzarse por la ventana, esnifar pegamento, poner la tele, poner la lavadora, tender las bragas y los calzoncillos del cónyuge, ¡Hóstias la hipoteca!, y el niño que no sabe todavía calcular la hipotenusa, suerte que hoy toca futbol, apuntar el número del gas, discutir con el presidente de la comunidad (y el macarra de su padre), llorar un minuto en el baño, ¿vienes a la cama?, ¿Por cierto a dónde queda la cama de la chica que pasaba por mi mesa? Siempre pensando en lo mismo, pero casi nunca me besas como antes. ¡Putos HOMBRES!!! Mira quién habla, venga apaga la luz, hasta mañana cariño si Google quiere.
Y al día siguiente el riesgo se presenta de nuevo. Pero uno aprende a engañarse para seguir levantándose de la cama sin saber realmente el porque.
Dani T. D. 20/5/2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario