ya no beber de tus besos,
pero los bares de la ciudad
me ofrecen su apoyo
logrando cierta dicha.
Me duele tanto
ya no beber de tus labios,
pero las bibliotecas municipales
me ofrecen sus libros
alcanzando así cierta felicidad.
Tanto me duelo
ya no alimentarme de tus ojazos,
pero los árboles del parque
me ofrecen su sombra
en forma de placentero cobijo.
Dani T. D. 21/5/2020
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