Morir sólo con los calcetines puestos. Morir antes de morir, eso es más que una tendencia creada por esta sociedad ultramoderna.
Intento no hacer caso de mi propio pensamiento, pero a veces me dejo seducir por él. No sé qué carajo debe ser... ¿quizás falta de personalidad? El caso es que estoy ahora camino a un apartamento que tengo. Allá me encierro a escribir unas horas cada día. No sé con que fin la verdad, pues publicar lo que escribo todavía no lo concibo como empresa. Eso de viajar para presentar un libro con las chorradas que escribe uno y conceder entrevistas aquí y allá. Y dejar tu opinión en estudios de radio, en platós de televisión...
No sé, me lo pensaré, si pagan bien quizás me lo plantee.
Ahora, escribir es otra historia. Es como leer, dos actividades que se complementan. O quizás son la misma actividad. Un espacio para dar rienda suelta a la imaginación, y jugar a la posible posibilidad de que la vida sea vida, o sea, una realidad que se vive y se sueña a ella misma.
Escribo como quien camina. O quizás al revés, que también podría ser. De hecho, ahora mismo estoy alcanzando la puerta de mi discreto apartamento. Por de pronto, cambio de idea. Paso de largo y prosigo mi caminata hacia quién sabe. De hecho escribir lo puede hacer cualquiera. No tiene mucho mérito, la verdad. Lo que tiene mérito es escribir sin escribir. Y publicar sin publicar. Y luego vivir de las rentas que da la producción literaria.
Y al fin seguir caminando sin dirección alguna. Hasta que la muerte le sorprenda a uno y le aparte de todo sendero. O quien sabe, quizás el camino siga. Y de paso, la escritura también....
Dani T. D. 28/5/2021
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