DESDE LA LUNA

  Hay días que la ciudad se convierte de repente en una concentración de interrogantes. A su vez estos interrogantes me colapsan la cabeza y, ya de paso, el corazón.  Todo son preguntas; preguntas interesantes, tontas, inteligentes, directas, indirectas, hijas de puta, subordinadas, gruesas, impertinentes, pertinentes, políticas, religiosas, calientes.... Preguntas con la raya a un lado, con lágrimas en los ojos, con concejales en el útero, con tacones, preguntas sin dientes, con bigote, con resaca, con dos huevos duros, sin azúcar, sin ganas, con segundas, sin dignidad, sin ropa interior, sin alcohol (¡mierda!)  ¿preguntas sin nada qué preguntar?

De casa a la oficina (o/y de la oficina al bar), recojo nuevas preguntas (¿O son las mismas preguntas con distintos interrogantes y preposiciones?, como blasfemaria Witggeistein). Preguntas que me hago a mi mismo y, a su vez,  traslado a los demás. Una pregunta es una puerta que suele a dar a otra pregunta. La mayoria de las preguntas no tienen respuestas (aunque fingan tener una o varias).

En verdad nada tiene respuestas. Todas las explicaciones son meros ejercicios de malabarismo, qué en el fondo no significan absolutamente nada, sólo permiten viajar a la velocidad de la luz a través de la duració de esta existéncia, que ésta dura lo que dura dos interrogante de hielo en un baso de plàstico.

  Toda extencia suele estar hecha explusivamente con interrogantes de polvo de estrella que caen directamente desde la luna como el bueno de Cyrano De Bergerac. Preguntas que en el fondo no importan nada.
En verdad, como decía, un sabio griego: Nada importa nada.
Pero tu nada, que te ahogarás.

Dani T.D. 28/6/2018