Esta noche pasada, no sé por qué razón, no he podido pegar ojor. A veces me pasa.
La cuestión es que he pensado en el suicidio, y tampoco sé muy bíen el porqué. Tal vez porque anclado en la rutina uno no encuentrada salida posible. Y uno a menudo se siente atrapado en su propio destino, y no le importaría cambiar tajantemente de rumbo, y una vía fácil es el suïcidio (o eso se supone). En fin que he pensado en levantarme de la cama en medio la más espesa y callada oscuridad. Encaminarme hacia el salón dónde se encuentra el balcón. Ya en el balcón precipitarme al vacío. Con un poco de suerte acabaría con mis días, con mi vida, con mis obsesiones, con mi ansiedad, con mi meláncolia, con este yo tan ficticio, con la rutina. Ya no tendria que ir a trabajar, ni que ir al mercado, ni que soportar a a los vecinos, ni esperar en la cola de la seguridad social, ya no me dolerian las muelas, ya no estaría desesperado en echar un polvo con cualquiera que estubiese dispuesta (aunque fuera gratis), ya no tendría que soportar el coñazo de mis compañeros de oficina, ya no tendría que renovar el puto Dni, ni volveria a votar a ningún desaprensivo disfrazado de honesto político, ya no tendria que hablar por hablar con nadie, ya no tendria que buscar cierta estabilidad, cierta felicidad, cierta seguridad. Claro, que una vez muerto lo más seguro es que provocara un drama inecesario a mis cercanos. Mis padres, creo, que les jodería (claro que nunca se sabe). A mis hermanos, tres cuartos de lo mismo. A los cuatro amigos que tengo, tal vez se estrañasen de mi fatal desenlace, a mis compañeros de trabajo la verdad es que me trae sin cuidado.
Como he dicho, no es la primera vez que no puedo dormir, ni que pienso en el suicidio. Pero pensar en el suicidio me consuela notablemente, es como una analgésico.
Porqué una cosa es pensar en quitarse la vida, y otra en hacerlo.
A parte de eso es que hay muchas formas de suicidio, entre ellas la esperanza, la fama o leerse las memorias de Belen Estevez.
De alguna manera, matarse no deja de ser un derecho.
Porqué de acuerdo que hay que vivir, luchar, disfrutar, y todo eso. Pero a veces no es tan fácil.
Después de meditar sobre el suicidio, me he sentido esxitado y he practicado el onanismo. Para ello he pensado en una novia que tuve hacia años. Aquello duró unos dos años. No era una relación perfecta, pero me hacia compañia, le gustaba Leonard Cohen y a veces incluso follábamos. Después un ciclista portugués se la llevó a no sé dónde, Y yo me quedé un poco triste pero seguí pa'lante. Me entregué de lleno a la lectura. Y seguí con mi vida como una rara gripe que no lograba quitarme de encima. A veces, como esta noche, pienso en la minifalda de aquella novia. Mis manos se la suben y me meto dentro de ella y navegó hacia el mismo nacimiento del universo a través de su vagina, buscando a Díos en la misma nada (¿o es al revés?) Más o menos como ahora. Después de correrme en ella, pero sin ella, me he vaciado. Me he dormido.
Me he despertado un par de horas más tarde. El despertador del móbil me ha indicado que de nuevo empezaba la rutina. Después de ducharme, me he vuelto a disfrazar de mi mismo. He tomado una magdalena y un café. Luego, un autobús me ha acercado a esta oficina dónde ahora estoy pensado en este texto sucida y onanista que un día de estos escribiré.
Ahora, lo más raro, es que no sé si esta pasada noche al fin me he suicidado. No lo tengo tan claro, eh....
Dani Torralba y Devesa. 17 enero 2017
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