domingo, 25 de marzo de 2012

Desvaríos varios a propósito del 15-M

No seré yo quien critique el 15-M, no señores. No seré yo quien diga que salir a la calle y manifestarse constituye un acto de rebeldía.

Todo lo contrario: deberíamos mostrarnos en público más a menudo, y no vale tender la ropa en la parte de la fachada que da al vecindario. Tampoco valen las pegatinas ésas que se adhieren a la ventana, para decorar la habitación y mosquear al vecino de enfrente: “¿Qué carajo es eso que hay pegado en el cristal? ¡Qué asco!”. Y sí, tampoco vale el nudismo.

Ahora que lo pienso, podríamos aprovechar esos espacios para hacer reflexionar a la gente, como los carteles que algunos cuelgan en la parte trasera del vehículo. Pero para decir cosas serias, no chorradas como “Si lees esto es que estás demasiado cerca” y cosas por el estilo.

Pero, qué digo, decir algo es posicionarse y posicionarse es la mejor manera de que te alcance un proyectil. ¿Que estoy exagerando? Anda que no hay gente respirando aliviada porque en la matrícula del coche ya no figura la provincia de la que procede. Si eres de Madrid y aparcas en la puerta del Camp Nou, pues ya sabes a lo que te expones. Y al revés, ¿eh? En esto sí que hay igualdad, desgraciadamente.

Justo por eso tiene mérito el 15-M. Porque ha conseguido sacar a la gente de su casa y de su coche –de su vida privada, quiero decir-, porque ha conseguido poner de acuerdo a gente diferente –y mira que eso es difícil- y porque reivindica una mayor igualdad entre las personas. Ahí es nada.

Así que no seré yo quien critique el 15-M, no señores.

Pero… Ay, ¿qué sería la vida sin peros? Tal vez no habría gatos. Chorradas aparte, creo que al 15-M ha puesto de manifiesto algo muy importante: señoras y señores, no somos sólo consumidores, no somos meros votantes: SOMOS PERSONAS y TENEMOS DIGNIDAD –de ahí que también se les conozca como los indignados- . Personas que no se conforman con acordarse de la madre de los políticos mientras ven el telediario, con arreglar el mundo mientras se toman unas cañas en un bar, con desahogarse mientras ven Gran Hermano 12+1 (encima supersticiosos, hay que joderse) o el último derbi futbolístico ni con votar cada cuatro años. Señoras y señores, SOMOS CIUDADANOS.

Oye, qué a gusto me he quedado. Este discurso no lo mejora ni Obama…

¿Y qué hay del pero?

Uy, gracias. ¿Qué sería la vida sin gente que te recordara los peros? Voy al grano, voy al grano. Algún día de estos debería elaborar un buen exfoliante para eliminar las células muertas… del sistema. A lo que vamos. Para mí, lo mejor del 15-M es que reivindica una democracia más real, con más diálogo entre gobernantes y gobernados, más transparencia por parte de los políticos y más participación por parte de los ciudadanos. Es verdad que demanda otras muchas cosas, pero creo que ésta es la que puede congregar un mayor acuerdo y, por tanto, tiene más garantías de salir adelante.

Ahora bien, y aquí entra el dichoso pero, entiendo que es un movimiento localizado y no global, como algunos sostienen. Que haya indignados en Alemania, Estados Unidos o Argentina no lo convierte en global. El 15-M es un movimiento básicamente occidental, esto es, nace, está pensado y dirigido por y para cabecitas de hombre blancos con cierto nivel de vida y ciertas creencias compartidas. Que no me parece mal, oigan, pero que no me digan que luchan por la igualdad y la justicia en el mundo mundial, que no me lo creo.

Al fin y al cabo, qué les voy a decir, esta limitación me parece muy humana –por mucho que conlleve aparejada cierta inhumanidad-. De entre todas las posibilidades en las que podemos emplear nuestra libertad, solemos decantarnos por las que más nos afectan, o sea, las que tienen una repercusión inmediata sobre nuestra vida. Y ahora mismo, lo que más nos mosquea a los occidentales es que algunos se aprovechen de nosotros con la excusa de que vivimos en el mejor de los sistemas políticos posibles. Tal vez porque el primer paso para poder arreglar desastres mayores –hambres, enfermedades y guerras en territorio no occidental- requiera un poco de orden en la propia casa. Así que venga, nos grita el 15-M, todos a limpiar los trapos sucios de nuestro hogar, a veces nuestro estresado y depresivo yo occidental, para fijarnos en lo que pasa en la acera de enfrente y, cuando se pueda, en la de más allá.

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