en la comisura de los labios del nuevo amanecer,
estigmatizan los recovecos del placer
más ardiente,
los que ensordecieron
el dolor más invisIble y anónimo.
Ese dolOr
que sorprende
por enésima vez,
latido a latido,
el requeridmiento del más mortal
e indiferEnte azar.
El que suspira ahora
la arquitectura más delicada,
pero imperfecta.
de toda accidental biografía.
Sí... ¡y menos mal!
Dani T. D, 15 octubre de 2018
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