A veces me levanto de la cama completamente muerto. Y muerto paso por la ducha y me tomó un café. Luego voy a trabajar. Mientras mis manos muertas laboran, mi cerebro se pone a imaginar y te invoco desde la distancia. Entonces te acercas a mi y nos fusionamos en la danza del amor en plena calle, nadie nos ve, pues también todos están bien muertos.
De regreso a casa descanso un poco ante un televisor último modelo. Del aparato sale gente muerta: políticos desorientados, periodistas más desorientados tadavía, presentadores que apenas presentan, famosos que nadie conoce, egiptologos incomprendidos, perros angelicales, gatos prudentes, estadísticas profundamente venenosasss.... Aprovecho entonces para evadirme y suspiro desde mi condición de muerto. Después ceno un cuarto de quilo de átomos. Y luego, ya en la cama, leo algo de Kierkegar (que no lo entiendo nada, por cierto. La ironia de los daneses es tan sutil...). Luego me entra el sueño y vivo más allá de mi cadáver y del desierto de toda esta existencia.
A veces también voy de vacaciones a ningún sitio especial. Aprovecho entonces para tomar el sol, tomar whisqui con cola y saborear tus labios tan ardientes y morados.
Pero eso, a quien le importa mi amor...
Dani Torralba Devesa, 30/11/2017
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