A veces una dorada melancolia me ayuda a cruzar la tarde lenta e idiota, naufragando en esta oficina. Destino de alquiler. Nunca sé lo que hacer, improviso y sigo por inercia según marcan los cánones de este destino tan irrisorio como todo lo restante. Y mientras, todavía es ahora. Y ahora me voy lejos del asco perpetuo que genera la más sofisticada domesticación de tener que ser en unos parametros marcados por la degeneración más civilizada.
Y mientras prosigo en mi más discreta odisea, y sin ser plenamente feliz, me descojono abiertamente de todo sin complejos. Y que la muerte me pille riendo.
Dani Torralba 14/1/2016
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