Una palabra,
a veces sólo hace falta una palabra
para decirle al mundo:
Eh, ya vale,
estoy aquí
y soy distinto de ti.
Un gesto,
un simple gesto puede ser el bumerán
que dé un giro a una conversación
que empieza a volverse en tu contra,
que te aplasta y acongoja.
Un tono,
una subida costosa pero necesaria,
obligada, para decir adiós a quien
se cree en el derecho de controlar tus decisiones
y juzgar tus acciones.
La próxima vez,
anticípate antes de que llegue la tormenta
y escupe el rayo que te ilumina,
te da fuerza y te devuelve a tu esencia:
¡NO!
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