Ese día no encontraste las
palabras que almacenabas en el baúl de las explicaciones y escupiste las
primeras que hallaste en la estantería de las improvisaciones. No hicieron
falta demasiadas, pero las que salieron por tu boca se quedaron flotando en el
aire, como disfrutando de una libertad a la que no estaban acostumbradas. Te quedaste
deslumbrado. Eran transparentes, brillantes y de bellas proporciones, como las
pompas de jabón. Tu interlocutor se marchó y a ti no te importó.
Pasaron algunas horas y las palabras comenzaron a desinflarse, como esos globos de gas que venden en las ferias. Pasaron algunas horas más y comenzaron a volverse translúcidas, hasta llegar a ser totalmente opacas, de un color marronáceo-amarillento bastante repugnante. Y su olor, antes tan delicado, comenzaba a provocarte arcadas. Entonces miraste a tu alrededor y no viste a nadie.
Pasaron algunas horas y las palabras comenzaron a desinflarse, como esos globos de gas que venden en las ferias. Pasaron algunas horas más y comenzaron a volverse translúcidas, hasta llegar a ser totalmente opacas, de un color marronáceo-amarillento bastante repugnante. Y su olor, antes tan delicado, comenzaba a provocarte arcadas. Entonces miraste a tu alrededor y no viste a nadie.
En aquel momento fuiste consciente del desastre.
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