domingo, 29 de julio de 2012

Ruperta II


Había llegado el anhelado día. Se había dado la orden de que todos partirían mañana para ir subiendo río arriba. Ruperta y su familia estaban más que preparados, mientras que otras familias salmones estaban muy asustadas. Pero esto, a fin de cuentas, no valía para nada ya que al anochecer toda la bancada de salmones niciarían su peregrinaje hacia las aguas dulces.
Ruperta se había preparada a fondo. No temía ni a las gaviotas, ni a los hombres y sobretodo no temía a los osos. Ella correría más que todos ellos y alcanzaría la meta sin desfallecer.
-¡Vamos Peni, preparemos todas las cosas! –le dijo  a su hermana.
El anochecer fue silencioso ya que el toque de queda no fue a golpe de trompeta, sino un silencioso y lento aletear por parte de todo el mundo. Como con un gran pesar, por los infortunios y el gran camino que estaba por llegar. Pero para Ruperta ¡no era así!, ya que estaba emocionada por las aventuras que estaban por llegar.
Durante el primer día no pasó nada especial. Se dirigían por agua salada y los lugares eran reconocibles ya que muchas veces había cazado por estos lares. Los corales grandes y azules y los musgos verdes intensos evocaban un mundo al cual muchos no regresarían. Nadie fue al camino de los salmones, con lo que a media tarde la bancada inicio una pequeña canción conjunto que animó los corazones. “Rio arriba vaaaamos, hacia el corazón de las montaaaañas, nuestro destino esta arribaaaaaa, rio arriba vaaaaamosss…”. Los pezqueñines alegraron su gran pesar y comenzaron a jugar y Ruperta se agregó a muchas correrías demostrando su gran destreza. El camino se hizo menos duro por entonces.
Pero al anochecer todo cambió. Estaban llegando a la costa y se había dado un alto para descansar y dormir. Las rocas eran más puntiagudas allí, como si el constante oleaje las hubiera deteriorado y muchas familias encontraron lugares para resguardarse de la notable corriente que este lugar albergaba. Otras tantas no, y por lo tanto se juntaban en pequeños círculos para mitigar tal corriente. Una voz, un gran grito rompió la calma de la bancada. ¡NOS ATACAN! 

¡Oh si! Una bandada de gaviotas entraba y salida del agua con espadas.  ¡A decenas, a cientos! Entraban y se llevaban a muchas compañeras de Ruperta. ¡Qué gran dolor y que gran caos! Todo el mundo gritaba y corría. Ruperta y su familia intentaron huir hacia las rocas, pero tropezaron con otros tanto que intentaban lo mismo. Gracias al tesón de Ruperta que se lanzó sobre una gaviota, a Peni no se la llevaron. Por eso lo más importante era encontrar un lugar donde resguardecerse y los padres de Ruperta y Peni lo encontraron. Y allí pasaron aquella maldita noche, rezando y vigilando…

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