A veces la vida se deshace entre las yemas de los dedos sin más, como los restos de una galleta. Mientras el tiempo pasa a toda velocidad, sin frenos y muy cerca de las sienes de uno. Entonces te preguntas ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Quien sabe.
Misterio, magia...porque al fin y al cabo todo es magia. Magia que hace posible este vértigo de vivir, como un acontecimiento sorprendentemente extraordinario.
A veces me monto en esta oficina como si se tratara de una nave espacial. Un día más viajo por el cosmos en busca de nuevas aventuras. El cosmos es tan grande (o eso parece), de hecho es inabarcable. En esta oficina me siento extrañamente seguro. Mis compañeros de viaje andan también entre sus tareas totalmente concentrados en descubrir cosas y fenómenos nuevos. Sin ir más lejos, ara cosa de un mes estuvimos a punto de entrar en un agujero negro. No soy un experto, pero un agujero es una galaxia totalmente colapsada cuyo campo de energía se ha vuelto totalmente del revés por el colapso, como si se tratara de un calcetín. Aquél día estuvimos cerca de dos horas anclados ante la entrada del agujero negro, mirando de entrar o dejarlo para más tarde. Al final, se decidió dejarlo para el año que viene. Tampoco hay prisa, dijo el señor Queda, nuestro jefe de recursos transgénicos.
Al atardecer, ya en el sofá de casa, al lado de Sara, mi mujer, y mirando la televisión, me dí cuenta de que quizás ya estubiesemos en un agujero negro. Al comprobar que todo esta prácticamente colapsado. Sí, colapsado de nada.
Dani T. D. 11/8/2020
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