Desde hace unos días estoy saliendo con una canción de David Bowie. Concretamente la que lleva por título Joe the lion que pertenece el genial álbum de Heroes (1977). La canción es una compañera fantástica, llena de matices sonoros que llenan cada rincón de mi tan discreta existencia. Me acompaña allá a donde voy: a la calle, al curro, al supermercado, a la farmacia, al bar, a hacienda, al hospital, a la carnicería, a la gestoría, ¿al tanatorio?, a la cama ya sea sólo o acompañado...
Joe, the lion tiene el espíritu de Bowie por supuesto, como el resto de sus composiciones. Impregnada de un mágico surrealismo que tiñe la realidad más inmediata con interesantes matices y colores más intensos y cálidos. La guitarra eléctrica que se oye al principio me traza un prometedor camino hacia la esencia de las cosas y de mi mismo. Bueno, uno mismo no deja de ser una enésima metáfora de nada especial que, es donde nace y muere todo, des de cada latido que dispara el corazón.
A través de esta canción, Bowie me habla y me guía. Me guía por este misterioso laberinto de niebla que es la vida. Que, todo hace suponer, no va a ninguna parte.
O sí, depende de las canciones que te acompañen a lo largo (y a lo corto) de esta bella y a la vez absurda travesía que es la vida (esta puta vida) Y más si las canciones son de David Bowie. Bowie, mi Dios particular, mi amigo, mi confidente, y uno de los grandes amores de mi vida.
Dani T. D. 7/9/2022