Un sábado de abril (humedades mil), E se decidió al fin y se propuso conocerse a si mismo. Para ello salió hacia una terraza del centro de la ciudad. Pidió un par de martinis y se autoentrevistó. Al principio no sabia como dirigirse a él mismo. Si de tú, o de Ud., o incluso de él (pues la tercera persona evoca una cierta educación epicurea, con una rajita limón, que siempre sienta bien).
E estuvo con él mismo toda la tarde y parte de la noche. Se cayeron bien las dos partes oficiales de aquel ser. Al acabar acordaron en llamarse, aunque los dos eran conscientes de su cotidiana y a menudo más que inevitable convivencia.
Dani T. D. 9/2/2022
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