Mis moleculas conforman mi cuerpo. Bueno, digo mi cuerpo por decir algo. Ya que en el fondo uno nunca llega tener casi nada en este mundo tan ostentoso. Ya que la posesión es un estado psicológico que proyecta las frustraciones más inmediata de uno. Dicho esto, retomo el hilo avanzando con mis moléculas por senderos, calles y bulevares. Moléculas que son conjuntos de átomos.
Porqué fuera de uno, el espacio más inmediato y las cosas que habitan en él, también están hechas de átomos. Átomos que conforman moléculas. Moléculas que se juntan para formar masters, por ejemplo.Camellos, discos, teléfonos, lápices, camas, cantantes que no saben cantar o políticos, que también los hay.
Teoricamente un átomo, la particula más pequeñas de todas, es indivisible. Pero vaya uno a saber, todo es tan casual y matemático que resulta casi posible remostrar lo contrario.
Porque no hay contrarior en este universo fugaz y a la vez languido (de languidez, término también plenamente cosmonáuta).
O si, pero eso no es otra cosa que asimetria. Y la asemetria también esta formado de atomos.
La asimetria también se levanta a diario de su lecho, eso si no ha ido de copas la noche anterior con ciertos adverbios y verbos transitivos. Porque los verbos transitivos son lo peor. Son unos juergistas de mucho cuidado. Para ellos la vida es puro transito.
Sí, un tránsito por dónde navegan los átomos. Propiciando así una momentanea eternidad, que nace a cada instante para morir sin apenas morir demasiado.
Gonzando así de esta mágica vitalidad por un universo profundamento vacío, pero plenamente libre.
Dani Torralba Devesa, 17/9/2018
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