miércoles, 11 de octubre de 2017

¡QUÉ ASCO DE VIDA!

     Quería independizarse de sí mismo. No sabía como collons hacerlo. Bueno, si lo sabia: consultando a las páginas amarillas (también llamadas folios orientales). Pero al final se decantaría por gogle. Claro que lo suyo quizás era otro caso para la psiquiatría más conductista. Pero vaya uno a saber.

  Quería independizarse de si mismo porqué, entre otras cosaa, ya detesta su propia actitud mezquina ante cualquier obstáculo que le planteaba la vida más perra (o puta, que también). Quería también desprenderse de sus ideas malentendidas respeto a Marx y Engels, pues siempre acababa en las costas doradas de los mismos conceptos aparentemente sublimes,  pero que al mismo tiempo le resultaban profundamente infumables. Auque contento con su pulmón izquierdo, detestaba profundamente el derecho, pues éste se violentaba cada vez que se atizaba un porrito de maria: substáncia ésta que le ayudaba a aprofundizar en los conceptos de Jung cuando éste indaga sobre los estereotipos que va adopatando uno a lo largo de su tan insignificante existencia. De su corazón no tenía quejas, aunque reconocía que aún le costaba enseñarlo a según que chicas. Y claro, enseguida pasaba del corazón al pene, sin perder ni un ápice de tiempo. Y este último a veces se ofuscaba y no actuaba cuado y como tenía que hacerlo pues confundía el deseo con el apego, y acaba danzando poco y mal. Y las novias se cansaban de tantas espectativas incumplidas yendose con tal Pablo Iglesias.
      Así podríamos seguir unas quinientas páginas más (por lo menos). Pero el autor de estas lineas tiene una reunión de vital importancia en la sala que queda entre el cerebro y el estómago para pactar consigo mismo, y así retomar el rumbo de los días y las cosas. A ver si el corazón y el pene al fin se ponen de acuerdo de una santísima vez.

En fin, ¡qué asco de vida!

Dani Torralba y Devesa, 11 octubre, 2017

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