Uno se levanta a diario para ir a trabajar. Se levanta por inercia, preguntándose a penas nada, pero a veces le asaltan las dudas. Sí, en plena calle, en el cuarto de baño, en mitad de un beso, antes de bostezar, o inyectándose tele5 en las venas. Entonces la inmediata realidad se disfraza de gigante dragón, un dragon algo peculiar, que apenas saca fuego por su boca. En vez de fuego y, saca dudas eléctricas rayando la peligrosidad (o no).
Porquè claro todo y nada acaba de ser plenamente paradógico. Es decir, uno mientras vive se va muriendo, mientras va trabajando se va gastando, mientras va comprando se va vendiendo, mientras pasa el tiempo, uno se va vaciando. Y en ese vacío encuentre al fin la plenitud.
Y al fin y al cabó ¿qué? Lo importante, quien sabe qué es lo importante. Cada cual es cada quien. Claro, que como bien un día escribió Borges, a lo mejor, o seguramente todos los hombre son el mismo hombre y, de paso, la misma mujer.
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