¡Al diablo con la autoestima!
Hoy salgo de casa sin temor
a fracasar por enesima vez
con una sonrisa de oreja
a oreja por si la muerte
se presentase inesperadamente.
Y con unas copas de menos
reivindico el derecho
a no quererse demasiado,
la obligación de no tener
obligaciones de ninguna clase,
tan sólo ganas de reir
hasta la tumba.
¡Al carajo con la felicidad!
Hay que vivir a tope
bailando sobre las arenas
movedizas de la realidad
más mediocre y falsa
y no dejar de jugar
a tropezar de nuevo
con qué o quien a uno la
irreal gana le dé.
Reinvidico
el placer de no tener
que llegar a ningún sitio,
el privilegio de no compararse
con absolutamente nadie,
el goce de no conseguir
absulutamente NADA,
y aventurarse tan sólo
a vivir
porqué si, sin más.
Y cuando la muerte llegué,
invitarla a una fresca jarra
de cerveza.
Dani Torralba, 11 marzo 2016
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