Como cráneos de papel,
atropellados por el tan anhelado
suspiro
en un azar eléctrico.
Como huérfanos del viento
más salvaje y tierno,
vistiendo la vida en
su propia muerte.
La muerte que siempre
tiene la última palabra.
La muerte tan altiva, tan de nadie,
tan segura, tan sarcástica.
Como títeres sin cabeza
tropezamos en las esquinas
de este teatro
sin nada de sentido y
con un poco de suerte...
...apenas sacamos provecho
en el saber respirarrrrrrr,
pues nos ahogamos antes
de tiempo, en cada
naufragado deseo
al creer que vivimos
plenamente.
Cuando apenas somos en cada
estallido que nos dispara
y nos depara nuestro corazón
más ultrajado.
Dani Torralba Devesa, 23/3/2016
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