Billy conoció a Jerone en el corredor
de la muerte de Georgia, en Estados Unidos. Jerone se apuntó a los cursos de
Biblia que Billy ofrecía a sus compañeros. Jerone tenía mucha ilusión por
participar en esos cursos, tal vez porque la religión era uno de los pocos
consuelos a los que podía aferrarse para escapar de la idea de morir
electrocutado en la silla eléctrica. Volar con el alma antes de hacerlo con el
cuerpo.
Billy lo aceptó en su grupo, pero
Jerone se comportaba de forma extraña. No leía los fragmentos de la Biblia
cuando Billy se lo pedía. -¿Qué pasa?, le preguntó Billy. Después de mucho
hablar con él, Jerone le contó su secreto: no sé leer. -¿No sabes leer?, ¿y
cómo aprobaste la escuela?, le continuó preguntando Billy. -Bueno, era un chico
conflictivo y me pasaban de curso para no dar problemas. Para no dar problemas
ahora, para que el problema te estalle en la cara después. O, mejor dicho, para
que después estalle el problema en la cara de otro.
Billy descubrió que Jerone no era
problemático, sino que simplemente padecía algo de retraso mental. También descubrió
algo más, algo que sólo podía ver un corazón amigo: a Jerone le encantaba la
música rock y podía aprenderse la letra de una canción con sólo escucharla una
vez. Y así fue como Jerone aprendió a leer y a escribir.
Un día Jerone se acercó a Billy y
le dijo: me ha llegado una carta, pero no sé bien qué quiere decir. Billy le
explicó que se estaba revisando su caso, así que escribió a su abogado y le
explicó que Jerone era algo retrasado y que debía ser liberado. El abogado de
Jerone le explicó que el Comité de Apelación debería asegurarse de que
realmente padecía una discapacidad y que, para ello, le harían un examen.
Billy intentó explicarle la
cuestión a Jerone: mira, te van a hacer un examen y tienes que suspender
porque, si apruebas, te matarán. Jerone no lo entendía. Billy insistía: si
apruebas, mueres. Jerone no quería entender. ¡Que te electrocutarán si
apruebas!
- No lo entiendes, le respondió
Jerone. Tú no sabes lo que es que tus compañeros se rían de ti cada vez que te
balbuceas, cada vez que te equivocas, cada vez que suspendes un examen. Tú no
sabes lo que es escuchar sus risas una y otra vez, cada curso, cada año, toda
tu vida…
Llegó el día del examen y Jerone sacó
una puntuación de 71. Se aprobaba con un 70. A los tres días fue ejecutado.
Jerone murió feliz. Billy lo supo
cuando sus carceleros le leyeron sus últimas palabras, a modo de tortura en la
antelasala de la muerte. Afortunadamente, Billy nunca fue electrocutado, porque
la familia de la persona que asesinó le perdonó y pidió que el Estado le
perdonara. Y gracias a ello he conocido la historia de Jerone, el amante del
rock que aprobó un examen y a los tres días murió feliz.
Feliz, porque había aprobado el
examen de su vida. Feliz, porque se demostró a sí mismo que podía ser mejor
persona en un lugar tan inhóspito e inhumano como un corredor de la muerte. De
lo peor puede salir lo mejor. Gracias por recordárnoslo, Billy y Jerone.
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