Tardes idiotas de domnigo
descosen los tejidos de mi corazón
tan desfinado,
mientras la vida sigue su tonta inercia
caminando
hacia el salado
y misteriosa delta
y misteriosa delta
de la muerte;
esa última y definitiva
suerte
que amenaza
en sorprendernos
al borde de cada latido.
al borde de cada latido.
Y es que a veces
uno no se encuentra
ni en la piel en dónde
se supone que habita.
Se despista,
confunde al destino.
Se muda de vida, exiliándose
Se muda de vida, exiliándose
entre las páginas en blanco
del libro de algún desaquilibrado
porvenir.
Y es que siempre
ocurre lo contrario de lo previsto,
lo distinto de lo esperado.
Las leyes sordas del tan desgastado presente
bailando entre la migas
del instante que constantemente
se fuga
hacia la nada
más plena y luminoSa.
Esa nada que hace posible todo.
Dani 20/2/2017
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