Ventanas abiertas en la noche
como bocas que respiran besando el sueño imposible de esta existencia,
que acarician los dioses con sus sabias
y heladas manos como el fuego más abrasador.
Ventanas en el desierto de mi tan fatigado corazón
cuando el tedio de una tarde de domingo
escupe sobre la tumba de la alegría,
con un kilo de lágrimas escayoladas
bajo los ojos de una luna huérfana.
Ventanas de dulce tristeza
que rajan el alma de arriba a bajo,
amando entre
amando entre
unas piernas plateadas
de agua vestida de rió, que nace
del mismo vacío.
Ventanas al futuro que ya es pasado
en un presente que siempre destiñe
el momento de ahora, este momento
sin maquillar...que permanece en el sofá
absurdamente decepcionado esperando...quien sabe qué
tal vez nuevas ventanas
que conduzcan a nuevas palabras,
palabras que abran bocas,
bocas que hablen, que digan, que susurren. Y
al fin que besen,
reinventando de nuevo la vida,
con su muerte traviesa y cachondo
siempre a su lado,
calzando
siempre a su lado,
calzando
tal vez un 43 de píe.
Ventanas como poemas
que escriben en el aire
estrofas que nos inventan una y otra vez
payasos y verdugos
de nuestro propio destino
en un ahora ficticio y real
que siempre nos fuga
que siempre nos fuga
hacía un olvido discreto, fresco y alegre.
Dani Torralba, 9 agosto, 2014
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