Mi amiga Maite ha publicado “Búsqueda”,
un libro que me ha emocionado mucho, pues en él cuenta su vida desde que tiene memoria
hasta 2008, año en que terminó de escribirlo. En cuanto lo tuve en mis manos
supe que me gustaría. Por el título y porque mi amiga Maite a duras penas
consigue mover las manos desde su silla de ruedas.
La cita inicial, de Jorge Bucay,
me entusiasmó desde el comienzo: “Un buscador es alguien que busca. No
necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está
buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda”.
Y, poco a poco, me fue atrapando
su historia, su vida. El relato de una niña, la mayor de tres hermanos, muy
despierta, muy viva, con una gran curiosidad y un gran amor por la vida. Como
ella misma explica, “desde muy niña fui capaz de desdoblarme, salir de mí y
mirarme desde afuera”.
Sin embargo, yo sabía que en
algún momento llegaría el momento más duro, más trágico y traumático en la vida
de Maite: el día en que sufrió un accidente de tráfico en el que falleció su
padre y ella se quedó para siempre en una silla de ruedas. Maite tenía 12 años
y cuenta cómo, tras el accidente, no pudo comunicarse hasta que se le ocurrió
abrir y cerrar los ojos: “Había oído que en no sé dónde, ni en qué situación
que una persona privada de habla, con un parpadeo, asentía, con dos, negaba”.
Maite tardó más de un año en
salir del hospital, porque los médicos no conseguían cerrarle la tráquea. Y la
vuelta a casa tampoco resultó fácil: “La rutina de Maite cambió tanto, que a
duras penas ella misma se reconocía”, como ella misma narra en tercera persona,
tal vez para tomar un poco de distancia ante recuerdos que reavivan el dolor y
la pena. O tal vez porque no es fácil reconocer-se que uno ya no podrá cumplir
los sueños que se imaginaba de pequeño.
Uno de los sueños de Maite
consistía en casarse y formar familia: “¿Recuerdas que kilómetros arriba te
conté mi ilusión por ser madre? Pues no, no se ‘chafó’ del todo, ya que ‘mi
papito Dios’ me dio otro, digamos, tipo de maternidad. Ayudando a mis
compañeros en cuanto necesitaran, o simplemente abrazando a personas que
necesitaran consuelo, vi esta querencia más que cumplida”. Lo siento, me quedo
sin palabras.
Maite prometió no enamorarse,
pero era inevitable, pues Maite desborda amor por todos los poros de su piel.
Si algún día tienes la suerte de conocerla, te recibirá con una “sonrisa
indeleble” y enseguida te preguntará cómo te encuentras, dejándose a sí misma en
un segundo plano. Como ella misma explica, “me parece muy triste que disponiendo
de tanto tiempo no tengamos un minuto, ni siquiera eso, para reglar un ‘hola’
junto con una sonrisa a quien nos ve pasar”. Y esto lo dice una persona que
sólo tiene un hilillo de voz para comunicarse, ¿no es impresionante?
Total, que Maite no pudo no
enamorarse de Natalio, su profesor de baile -¡esta chica es una caja de
sorpresas!-, y fue tan grande su amor que yo creo que todos nos enamoramos un
poco de él a través de Maite. Lamentablemente, Natalio murió y Maite tuvo que
aprender a despedirse otra vez. Pero Maite, la eterna buscadora, es también la
eterna aprendiz, y siempre encuentra un motivo para aferrarse a lo bueno que le
ha dado la vida y para ayudar a otros a encontrarlo. Termino con estas palabras
que me parecen un maravilloso regalo:
“Tú no eres tan diferente a mí. También tienes tu propia historia, de la cual, lógicamente, eres protagonista. Por ello tú también, aunque tal vez aún lo desconozcas, eres la persona más afortunada del mundo. Sólo debes sentirlo, que ello, mal que te pese, lleva un proceso”.
GRACIAS, Maite.
PD: Por cierto, Maite sigue
compartiendo su vida en el blog Luna Escondida.
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