Dedicado a todos los cursores incomprendidos
Aquel día el cursor de la pantalla del ordenador
le miraba de una forma extraña. Qué raro, pensó, llevo más de diez años
trabajando como guionista y nunca me ha pasado algo así. El caso es que, ahora
que me fijo, parece un poco más largo de lo habitual. ¿Se habrá excitado al
saber que le miro? Ese pensamiento le hizo esbozar una sonrisa un tanto pícara,
sonrisa que borró inmediatamente de su boca en cuanto se percató de que su
jefa, la coordinadora de guionistas, se había vuelto para mirarle con la cara
que suelen poner las jefas que se creen por encima del bien y del mal: ¿y a
éste, qué coño le pasa hoy? ¡Joder, qué carácter y qué erótico que se está
poniendo todo esto! Si es que cuando me pongo, me pongo. ¡Cómete la sonrisa
pícara, joder!
El caso es que el cursor seguía
ahí, dando la nota. Igual me está enviando un mensaje de socorro. Quizá ha
pasado una mala noche y hoy no puede trabajar. O quizá se siente solo y
utilizado y necesita llamar la atención. Esto les pasa mucho a las mujeres.
Cariño, hazme caso. ¿Te ha ocurrido algo? No, pero tú hazme caso… Y yo sigo
preguntando, ¿pero te ha ocurrido algo? Y, claro, ella se enfada. ¿Pero por qué
me tiene qué ocurrir algo? Y es verdad. ¿Quién va a decir eso de oye, hazme
caso, que me siento sola y utilizada y necesito llamar tu atención?
- ¿Decías algo?, me pregunta la
jefa.
Me pongo más recto que el cursor
que tengo enfrente y balbuceo:
- No, no, pensaba en voz alta…
- ¿Una nueva historia?
- No… Digo, sí, una nueva
historia.
- Estupendo, luego hablamos.
¿Luego hablamos? ¡Vaya mierda! No
sé cómo he pasado de lo erótico a lo escatológico, pero aquí estoy, pringado
hasta la última uña del último dedo del pie. Y todo por un puto cursor que no
me deja tranquilo. ¡Así quién va a inspirarse!
Inspira, expira, inspira, expira…
Nada, no hay forma de tranquilizarse.
Me pregunto si el cursor se
estará riendo de mí. ¡En menudo lío me has metido, so cabrón! Eso, eso, ahora
escóndete… ¡Venga, da la cara si eres hombre! Nada, él a lo suyo, como las gogós de discoteca… Y yo debería
ponerme a lo mío, antes de que mi jefa me cante las cuarenta. El caso es que no
se me ocurre nada, estoy seco…
Y el trago de agua tampoco ayuda.
No sé por qué no dejan beber alcohol en la oficina. Estoy seguro de que saldrían
historias interesantísimas, divertidísimas, originalísimas, genialísimas…
Como la historia de un cursor que
volvió loco a un pobre guionista sin inspiración.