Había llegado el anhelado día. Se había dado la orden de que
todos partirían mañana para ir subiendo río arriba. Ruperta y su familia
estaban más que preparados, mientras que otras familias salmones estaban muy
asustadas. Pero esto, a fin de cuentas, no valía para nada ya que al anochecer
toda la bancada de salmones niciarían su peregrinaje hacia las aguas
dulces.
Ruperta se había preparada a fondo. No temía ni a las
gaviotas, ni a los hombres y sobretodo no temía a los osos. Ella correría más
que todos ellos y alcanzaría la meta sin desfallecer.
-¡Vamos Peni, preparemos todas las cosas! –le dijo a su hermana.
El anochecer fue silencioso ya que el toque de queda no fue
a golpe de trompeta, sino un silencioso y lento aletear por parte de todo el
mundo. Como con un gran pesar, por los infortunios y el gran camino que estaba
por llegar. Pero para Ruperta ¡no era así!, ya que estaba emocionada por las
aventuras que estaban por llegar.
Durante el primer día no pasó nada especial. Se dirigían por
agua salada y los lugares eran reconocibles ya que muchas veces había cazado
por estos lares. Los corales grandes y azules y los musgos verdes intensos
evocaban un mundo al cual muchos no regresarían. Nadie fue al camino de los
salmones, con lo que a media tarde la bancada inicio una pequeña canción
conjunto que animó los corazones. “Rio arriba vaaaamos, hacia el corazón de las
montaaaañas, nuestro destino esta arribaaaaaa, rio arriba vaaaaamosss…”. Los
pezqueñines alegraron su gran pesar y comenzaron a jugar y Ruperta se agregó a
muchas correrías demostrando su gran destreza. El camino se hizo menos duro por
entonces.
Pero al anochecer todo cambió. Estaban llegando a la costa y
se había dado un alto para descansar y dormir. Las rocas eran más puntiagudas
allí, como si el constante oleaje las hubiera deteriorado y muchas familias
encontraron lugares para resguardarse de la notable corriente que este lugar
albergaba. Otras tantas no, y por lo tanto se juntaban en pequeños círculos
para mitigar tal corriente. Una voz, un gran grito rompió la calma de la
bancada. ¡NOS ATACAN!
¡Oh si! Una bandada de gaviotas entraba y salida del agua
con espadas. ¡A decenas, a cientos!
Entraban y se llevaban a muchas compañeras de Ruperta. ¡Qué gran dolor y que
gran caos! Todo el mundo gritaba y corría. Ruperta y su familia intentaron huir
hacia las rocas, pero tropezaron con otros tanto que intentaban lo mismo.
Gracias al tesón de Ruperta que se lanzó sobre una gaviota, a Peni no se la
llevaron. Por eso lo más importante era encontrar un lugar donde resguardecerse
y los padres de Ruperta y Peni lo encontraron. Y allí pasaron aquella maldita
noche, rezando y vigilando…