me dieron la espalda,
empeñé mi corazón
y me fuí a vivir de pensión
en el barrio de la Desolación
Allá dónde no se cruzan
los caminos, y las heridas
se beben sin hielo
y de un sólo trago
mientras la luna canta
desafinando tristezas.
Desde que tus ojos
se fueron con aquella mirada descaFeinada,
malvendí mi alma al Diablo,
desaprendi a ser feliz
no esperando absolutamente nada
del otro jueves.
Ahora soy un naufrago nuevo,
un desertor de risas interminables
que se pasa el dia jugando
a ser otros para ser más él
cada siete días.
Mientras pasa la vida
como un patinente sin frenos,
como una barco sin puerto,
como un sueño que sueña
que es sueño y que algún día
quizás naufragué en otro sueño.
O acaso en un lijero quiebro.
Dani Torralba Devesa, 27/12/2017
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