En una tarde de abril
aguas mil
me robaste el corazón
y perdí la razón.
Sí, te llevaste mi bomba
de sangre
y perdido entre sombras
de vinagre
naufragué contra el rumbo
de mi propio destino
diciendo adíos a las huellas
del camino.
Aproveché entonces
para recorrer los bares
de los principales bulevares
¿los conoces?
Me hice adicto a los jarabes,
a los azares del casino,
a los juegos malabares
de las pasiones con alambre.
Conocí el más divino infierno
olvidándome de tu nombre
desvestido para el invierno,
mordido por el viento.
Al fin agradecí aquél hurto,
sin corazón se puede vivir,
y sin razón,
ni te digo, ni te cuento.
Dani Torralba y Devesa,
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