Me dejé llevar por la textura arenosa de unas horas, en la tarde que navegaba paciente y sin descanso, descosiendo las horas hacia el oceano de la noche. Entonces aproveché para buscar sin apenas buscar. Y así encontrar sin encontar casi nada, que ya es más que suficiente. Llegando a un estado extraño como de lucidez me di cuenta de mi condición de mortal.
Sí, como un milagro sin niguna connotación mística, o si.
Porqué, a caso vivir no es ya todo un ejercicio místico? Vivir sin más, sin miedos, sin prisas pero con risas hasta la muerte más misteriosa.
Vivir sintiendo cada latido que expresa el corazón, suspirando el ritmo que marca, de algún modo, la razón hilada por la intelegencia. Y así, a través del lenguaje diseñar un discurso que vaya en acorde con nuestra verdadera intención. Y de paso, sin dejar de prestar ni un ápice de atención, escrutar la duda elegante que abre nuestro sendero más sincero. El camino que lleva hacia uno mismo, y de paso, hacia todos y nadie en concreto.
Dani Torralba i Deves, 20/6/2016
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