arden silencios en los ojos de los transeúntes,
arden soledades
en las manos vacías de las estatuas.
Arden las esquinas heladas
de esta maldita ciudad,
arden los besos huérfanos
en las bocas sedientas,
arden los corazones en las esquinas del mar.
Arde la vida a diario al borde del vacío,
arde el deseo en las noches llenas de tu ausencia,
arde el tedio como una danza entre las paredes de la oficina.
Y así arde la vida como una tormenta de arena
que se mete en los ojos,
mientras se aprende de aquella manera
que nada es quizás todo lo que hay.
Dani T. D. 5/2/2025
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